La Donga surma es un ritual que se celebra todos los años a finales de verano, coincidiendo con la época de recogida de la cosecha. Posiblemente se trate del evento de mayor importancia para los miembros de la tribu surma, durante el cual los hombres, con edad para participar en la donga, lucharán desnudos, en representación de su pueblo, con sus tradicionales varas de madera. Los luchadores participan por parejas hasta que solo quede un vencedor. Los combates terminan cuando uno de los dos participantes se rinde, queda inconsciente en el suelo o muere por alguna lesión fatal en sus órganos vitales.
La Donga en la sociedad surma.
El prestigio y el estatus social de la tribu están en juego en la celebración de la donga, pues el ganador se quedará con gran parte de la cosecha, y, además, podrá elegir dos mujeres como esposas. La mayoría de las mujeres de la tribu observa los combates con atención en busca de posibles candidatos para el matrimonio. Cuanta más valentía demuestren los guerreros durante el combate, más números tendrá de ser elegido como esposo.
Por el contrario, un hombre que no participe en los combates, y esté en edad de hacerlo, no será visto como suficientemente hombre por las mujeres que no querrán casarse con él. De hecho la presión social es tan grande que todos los hombres se ven obligados a participar en la donga.


En algunas ocasiones las dongas también sirven para resolver rencillas y problemas entre diferentes familias y pueblos surma. No es de extrañar que durante los combates la combinación de armas y alcohol provoque que las celebraciones terminen en disputas entre los miembros del público, acabando algunas veces a tiros.

La Donga, un acontecimiento ilegal.
La ilegalización de la donga por parte del gobierno de Etiopía no ha conseguido que los pueblos suri dejen de celebrar estas violentas luchas. Es más, desde entonces, el pueblo surma mantiene la fecha y el lugar del acontecimiento en secreto, consiguiendo con ello mantener a las autoridades etíopes alejadas. Aunque este secretismo es un arma de doble filo, ya que también dificulta el acceso a los extranjeros, una de sus principales fuentes de ingresos. De hecho, hay quien se aprovecha de esta situación para vender información falsa a los turistas extranjeros sobre las fechas de estas celebraciones. Razón por la cual se hace necesario viajar con guías que tengan contactos muy bien informados en el territorio surma.
Cuando se aproxima la fecha de la donga, los pueblos que van a participar en ella colocan unas banderas que avisan de su inminente celebración. El día exacto del evento se mantiene en secreto hasta que el líder local decida que debe comenzar el ritual. Llegado el día, los guerreros se acercan al río para bañarse y decorar sus cuerpos desnudos para los combates. Una vez listos, los miembros de cada poblado, liderados por sus guerreros, empiezan a recorrer los caminos hacia la zona designada, bailando y entonando cánticos. Finalmente, todos los grupos terminan confluyendo en la ubicación designada para las luchas.

Asistimos a una Donga Surma.
El contacto de nuestro guía local nos confirma que se va a celebrar la donga esta misma tarde. Nada más enterarnos de la noticia salimos de Dima en dirección a Kibish, donde contratamos escolta militar tras sufrir un intento de asalto por el camino. Una vez allí, montamos el campamento a pocos metros del río, en el que veríamos a los primeros niños surma. Tras un buen rato negociando con el líder local llegamos a un acuerdo económico para que nos permitan asistir a la donga. Cogemos lo necesario y nos dirigimos en coche hacia la ubicación que nos han facilitado los surma. Después cruzar un río y atravesar un bosque, llegamos al descampado en el que van a tener lugar los combates, unas banderas así lo indican.
Unos jóvenes preparan sus protecciones, otros vitorean a sus luchadores mientras estos lideran la marcha desnudos bajo un sol abrasador. Parece que todo está listo para que empiece la celebración de la donga. A lo lejos, aupado a hombros de sus compañeros, aparece el ganador de la última edición sosteniendo una bandera, todos celebran su llegada. A los pocos minutos empiezan los combates.


Empiezan los combates de la Donga Surma

Cientos de personas se amontonan alrededor de los luchadores mientras entonan cánticos y beben alcohol. Los palos chocan entre sí, saltan astillas con cada golpe, las varas que se rompen y son sustituidas rápidamente por otras nuevas. Los golpes de la madera resuenan en el aire, también lo hacen en sus costillas. Algunos jóvenes se retiran heridos, otros siguen luchando, cada vez son menos los que quedan.

La intensidad de los combates crece a medida que avanza la tarde, también lo hace el ambiente. Las armas, el alcohol y la testosterona son un cóctel peligroso. Se escuchan los primeros disparos al aire, los gritos y los cánticos entre la gente del público no cesan. Los corros de gente se van abriendo y cerrando rápidamente para evitar recibir golpes.
Más disparos, esta vez parece que no han sido al aire, se forma una estampida humana, todos huyen del lugar, nosotros también. Nos indican que nos tiremos al suelo, y así lo hacemos. Es el momento de abandonar el lugar.


Se acabó la donga para nosotros, el ambiente está demasiado caldeado, las rencillas entre los miembros del público, los niveles de alcohol y las armas hacen que sea muy peligroso para nosotros seguir en la zona de los combates. Volvemos al campamento tras vivir uno de los días más intensos de nuestras vidas.

